El airbag se ha convertido en un eje central dentro de la seguridad cuando de transporte se trata. Los vehículos de nueva fabricación los incluyen, cada vez con mayores y mejores prestaciones, aumentando la protección que nos brindan en caso de colisión. Prestar atención a sus características y evolución nos puede ayudar a comprender mejor su necesidad y utilidad.
Al igual que el cinturón de seguridad, como ya comentamos hace unos días, el primer prototipo de airbag fue pensado para ser instalado en aviones, ya en la década de 1930. Al buscar alternativas para mejorar la seguridad en los coches, se comenzó en primer lugar por adaptar estos sistemas ya empleados, por lo que a mediados de la década de los 50 se instaló el primer airbag en un coche. Este dispositivo tenía la peculiaridad de necesitar que el propio conductor lo accionase mediante un botón.
Mercedes Benz fue la primera empresa que, a partir de la década de 1960, empezó a llevar a cabo una investigación más profunda, realizando pruebas muy variadas con el fin de conseguir un sistema de protección seguro, ya que los primeros modelos provocaban en ocasiones algunas lesiones a los sujetos.
A partir de 1980 algunos sectores auguraban el final del cinturón como elemento de seguridad, sin embargo se observó la necesidad de combinar ambos sistemas, con el fin de reducir tanto las lesiones como los posibles fallecimientos derivados de una colisión. Desde entonces poco a poco se han ido incorporando cada vez modelos más avanzados y en mayor número de lugares dentro del vehículo, aumentando la protección de los pasajeros.
Hasta la última reforma de la Ley de Tráfico, la sillita de los bebés podía ser colocada en el asiento delantero, en sentido contrario a la marcha, siempre y cuando se llevase el airbag del copiloto desconectado. Sin embargo en la actualidad esta práctica ya no es posible, ya que en todo momento los menores deberán viajar en el asiento trasero.
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